¿QUE ES LA VERDAD?
Por Mark Jenkins
Shel Silverstein escribió un poema que parece resumir de manera patética y concisa cómo la mayoría de la gente vive sus vidas y toma sus decisiones:
"... Hay una voz interna en ti que susurra todo el día siento que esto está correcto hacer, y se que aquello otro esta mal; ningún profesor, predicador, padre, amigo u hombre sabio puede decidir lo que es correcto para ti -- sólo escucha a la voz interna que te habla--."
Quizá alguien pudiera sentir que esto habla de una verdad interna, una lección que, si se atendiera, difundiría paz y tranquilidad todo sobre la tierra. Sin embargo, he aquí un enigma para usted: la gente con quien usted comparte y aquellos con quienes usted no esta de acuerdo son seguidores de la misma ideología – hacer lo que creen es correcto.
La gente en ambos lados de cada asunto importante (la pena de la muerte, la unión homosexual, el aborto, etc.), todos presentan diversos argumentos para apoyar sus conclusiones, pero a fin de cuentas escuchan la voz interna y creen que tienen la razón.
Esa voz, lo que realmente sentimos cuando miramos en nuestros corazones, es el factor decisivo que determina lo que la gente cree y hace.
¿Me creería usted si le dijera que esta filosofía destruye a naciones? ¿Qué éste sentimiento está en el corazón de toda decisión equivocada?
En Jueces 17:6, leemos: “En estos días no había rey en Israel: cada uno hacia como mejor le parecía”. Los comentarios se refieren a este período de la historia de Israel como la “edad oscura”. Cuando la gente tenía gran “libertad”, se comportaban sin el sentido de lo correcto e incorrecto aparte de hacer como mejor les parecía correcto. El caos sobrevino.
Hoy vivimos en una época en que la “libertad” se valora sobre la moralidad; como en el antiguo Israel, no tenemos la más mínima noción acerca de cómo ejercitar esas libertades de una manera recta. El escuchar la voz interna en nuestros corazones no ha detenido a la civilización occidental de generar una hediondez moral que ofende a países y al mundo entero.
¿Se ha preguntado usted alguna vez, qué piensa Dios de la voz que habla dentro de usted?
La claridad de la Biblia en este asunto es incomparable: “Conoce el Eterno, que el hombre NO ES SEÑOR DE SU CAMINO, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23). Dios mira nuestros corazones también, y sabemos lo que Él ve allí: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
Si usted desea ser guiado en una trayectoria incorrecta por algo que es desesperadamente perverso, entonces sólo escuche su voz interna.
Jesucristo habló de escuchar una voz, pero no propiamente la nuestra: “mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). En vez de aconsejarnos a escucharnos a nosotros mismos, Él dijo que guardáramos los Mandamientos (Mateo 19:17). De hecho, 1 Juan 5:3 nos dice que la verdadera expresión del amor a Dios consiste en seguir las instrucciones que Dios nos da.
El tono irremediablemente perverso de nuestra propia voz está constantemente gritando para apartarnos de Jesucristo. Y aún más que eso, tenemos otro ruido que contender: a Satanás, el diablo. Él intenta constantemente engañarnos tal como lo hizo con Eva en el jardín del Edén, que seguramente creyó que ella hacia su propia decisión mientras escuchaba la voz de Satanás. Él tuvo éxito ese día, y Apocalipsis 12:9 nos dice exactamente cuán exitoso ha sido desde entonces; engaña al mundo entero. Es llamado “el príncipe de la potestad del aire” en Efesios 2:2, él está difundiendo siempre sus pensamientos, actitudes e impulsos. Demasiado a menudo le escuchamos a él en vez de a Dios, juzgando nosotros mismos cuál de los dos está en lo correcto.
La humanidad siempre cree que sabe más que Dios. Esta idea que intrínsicamente sabemos distinguir entre lo bueno y lo malo ha pasado de padres a hijos desde que Adán y Eva rechazaron la revelación de Dios, tomando la prerrogativa de decidir, por si mismos lo que esta bien y lo que no. Toda guerra, toda enfermedad y cada cosa mala que ha sucedido en los 6.000 años pasados han sido un resultado de esa decisión, un resultado de la decisión que no solamente “ningún profesor, predicador, padre, amigo u hombre sabio puede decidir”, sino que ni siquiera Dios mismo puede decirle a un hombre la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto.
¿Qué clase de decisiones ha tomado usted al escuchar esa voz interna? ¿Es usted, como ésos en la Israel antigua, haciendo lo que mejor le parece?
Basar decisiones en esta manera de pensar no traerá felicidad, alegría o paz VERDADERA en su vida. Si usted examina de cerca su vida, ¿encuentra felicidad verdadera? ¿Abundancia verdadera? ¿Éxito verdadero?
Escuchando la voz de Dios (las instrucciones encontradas en su palabra) nos trae todas esas cosas y bendiciones garantizadas de nuestro Padre: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz y guardáreis mi pacto, seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5).
Nuestra confianza no debe estar en la voz de hombres, sino en la Palabra de Dios.
Por Mark Jenkins
Shel Silverstein escribió un poema que parece resumir de manera patética y concisa cómo la mayoría de la gente vive sus vidas y toma sus decisiones:
"... Hay una voz interna en ti que susurra todo el día siento que esto está correcto hacer, y se que aquello otro esta mal; ningún profesor, predicador, padre, amigo u hombre sabio puede decidir lo que es correcto para ti -- sólo escucha a la voz interna que te habla--."
Quizá alguien pudiera sentir que esto habla de una verdad interna, una lección que, si se atendiera, difundiría paz y tranquilidad todo sobre la tierra. Sin embargo, he aquí un enigma para usted: la gente con quien usted comparte y aquellos con quienes usted no esta de acuerdo son seguidores de la misma ideología – hacer lo que creen es correcto.
La gente en ambos lados de cada asunto importante (la pena de la muerte, la unión homosexual, el aborto, etc.), todos presentan diversos argumentos para apoyar sus conclusiones, pero a fin de cuentas escuchan la voz interna y creen que tienen la razón.
Esa voz, lo que realmente sentimos cuando miramos en nuestros corazones, es el factor decisivo que determina lo que la gente cree y hace.
¿Me creería usted si le dijera que esta filosofía destruye a naciones? ¿Qué éste sentimiento está en el corazón de toda decisión equivocada?
En Jueces 17:6, leemos: “En estos días no había rey en Israel: cada uno hacia como mejor le parecía”. Los comentarios se refieren a este período de la historia de Israel como la “edad oscura”. Cuando la gente tenía gran “libertad”, se comportaban sin el sentido de lo correcto e incorrecto aparte de hacer como mejor les parecía correcto. El caos sobrevino.
Hoy vivimos en una época en que la “libertad” se valora sobre la moralidad; como en el antiguo Israel, no tenemos la más mínima noción acerca de cómo ejercitar esas libertades de una manera recta. El escuchar la voz interna en nuestros corazones no ha detenido a la civilización occidental de generar una hediondez moral que ofende a países y al mundo entero.
¿Se ha preguntado usted alguna vez, qué piensa Dios de la voz que habla dentro de usted?
La claridad de la Biblia en este asunto es incomparable: “Conoce el Eterno, que el hombre NO ES SEÑOR DE SU CAMINO, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23). Dios mira nuestros corazones también, y sabemos lo que Él ve allí: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
Si usted desea ser guiado en una trayectoria incorrecta por algo que es desesperadamente perverso, entonces sólo escuche su voz interna.
Jesucristo habló de escuchar una voz, pero no propiamente la nuestra: “mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). En vez de aconsejarnos a escucharnos a nosotros mismos, Él dijo que guardáramos los Mandamientos (Mateo 19:17). De hecho, 1 Juan 5:3 nos dice que la verdadera expresión del amor a Dios consiste en seguir las instrucciones que Dios nos da.
El tono irremediablemente perverso de nuestra propia voz está constantemente gritando para apartarnos de Jesucristo. Y aún más que eso, tenemos otro ruido que contender: a Satanás, el diablo. Él intenta constantemente engañarnos tal como lo hizo con Eva en el jardín del Edén, que seguramente creyó que ella hacia su propia decisión mientras escuchaba la voz de Satanás. Él tuvo éxito ese día, y Apocalipsis 12:9 nos dice exactamente cuán exitoso ha sido desde entonces; engaña al mundo entero. Es llamado “el príncipe de la potestad del aire” en Efesios 2:2, él está difundiendo siempre sus pensamientos, actitudes e impulsos. Demasiado a menudo le escuchamos a él en vez de a Dios, juzgando nosotros mismos cuál de los dos está en lo correcto.
La humanidad siempre cree que sabe más que Dios. Esta idea que intrínsicamente sabemos distinguir entre lo bueno y lo malo ha pasado de padres a hijos desde que Adán y Eva rechazaron la revelación de Dios, tomando la prerrogativa de decidir, por si mismos lo que esta bien y lo que no. Toda guerra, toda enfermedad y cada cosa mala que ha sucedido en los 6.000 años pasados han sido un resultado de esa decisión, un resultado de la decisión que no solamente “ningún profesor, predicador, padre, amigo u hombre sabio puede decidir”, sino que ni siquiera Dios mismo puede decirle a un hombre la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto.
¿Qué clase de decisiones ha tomado usted al escuchar esa voz interna? ¿Es usted, como ésos en la Israel antigua, haciendo lo que mejor le parece?
Basar decisiones en esta manera de pensar no traerá felicidad, alegría o paz VERDADERA en su vida. Si usted examina de cerca su vida, ¿encuentra felicidad verdadera? ¿Abundancia verdadera? ¿Éxito verdadero?
Escuchando la voz de Dios (las instrucciones encontradas en su palabra) nos trae todas esas cosas y bendiciones garantizadas de nuestro Padre: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz y guardáreis mi pacto, seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5).
Nuestra confianza no debe estar en la voz de hombres, sino en la Palabra de Dios.
yo pienso lo mismo y es verdad
ResponderEliminarsaludos