¿Cuál es el propósito de mi existencia?
Debe haber alguna razón para la increíble mezcla de las habilidades sorprendentes del ser humano y los atroces crímenes que se cometen continuamente.
¿Cuál es el verdadero significado de nuestra vida?
Por Gary Petty
La complejidad y la interdependencia de la naturaleza que nos rodea, el milagro de la vida, nos revelan que existe un Dador de la vida, un Creador. ¿Tendría sentido pensar que el Dador de la vida hizo seres inteligentes sin ningún propósito? “¿Cuál es el propósito de mi existencia?” es una pregunta que sólo puede responder el Creador de la vida misma.
Aunque la sociedad occidental proclama que es cristiana, pocas personas acudirían a la Biblia para tratar de encontrar la razón de su vida. La Biblia nos revela una creación especial que tiene un propósito especial. La palabra génesis, nombre del primer libro de la Biblia, significa simplemente los “orígenes”, o el “comienzo”. La primera frase de la Biblia nos dice lo siguiente: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Después, Dios creó a un ser biológico único, el hombre. En Génesis 2:7 lo leemos: “Entonces el Eterno Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
¿Significa esto que el hombre es simplemente otro animal, diferente en la forma pero esencialmente igual a los mamíferos o los simios? La teoría de la evolución tal vez podría llevarnos a esta conclusión, pero no nos explica las diferencias tan obvias que existen entre la humanidad y los animales. ¿Cómo podemos explicar la capacidad que tienen los seres humanos de hacer música, descubrir y utilizar la geometría, la ingeniería y la arquitectura, o inventar medios complejos de comunicación?
Instinto e intelecto
La babosa o la araña actúan movidas por su instinto. Mientras más compleja sea la forma de vida, más puede aprender. Sin embargo, los patrones de conducta que se observan en las formas superiores de vida, son básicamente instintivos. Esto no es cierto cuando hablamos del hombre.
En su libro Ten Philosophical Mistakes [“Diez errores filosóficos”], Mortimer J. Adler afirma que cuando comparamos al hombre con los animales “aparece una diferencia radical. De acuerdo con el significado estricto de la palabra instinto, el hombre no tiene instintos, no tiene patrones de conducta innatos ni heredados. Tenemos un pequeño número de reflejos innatos, y solamente algunos de éstos son congénitos. También tenemos lo que podemos denominar fuerzas e impulsos instintivos. Pero al dejarse llevar por ellos, las personas pueden reaccionar de una inmensa variedad de formas. Por ejemplo, no todas las personas se comportan de la misma manera ni tienen la misma clase de conducta, como ocurre con las abejas, hormigas o termitas” (1985, p. 31).
Esta capacidad de analizar, razonar y tomar decisiones tan complejas y de escoger entre diferentes cursos de acción, es lo que hace a los seres humanos tan diferentes de cualquier animal. Las diferencias cualitativas y cuantitativas entre el cerebro humano y el cerebro de los otros mamíferos no bastan para explicar las increíbles diferencias que existen en su funcionamiento. Hablando del tamaño, algunos mamíferos tienen cerebros más grandes que el de los seres humanos, en tanto que otros tienen cerebros proporcionalmente mayores en comparación con el tamaño del cuerpo.
La diferencia entre los animales y los seres humanos, esto es, la capacidad de razonar, crear, comunicar emociones, sentir amor y simpatía, todo esto está relacionado con aquello que llamamos mente.
Adler concluye: “La relación que existe entre las capacidades sensoriales por un lado, y el cerebro y el sistema nervioso por otro, es tan grande que el grado de estas capacidades de una especie animal está directamente relacionado con el tamaño y la complejidad de su cerebro y de su sistema nervioso. Pero esto no se aplica en el caso de las características intelectuales. En la mente humana, estas habilidades no dependen del tamaño ni de la complejidad del cerebro. El funcionamiento del cerebro es necesario, pero no es el único elemento que se necesita para que la mente humana funcione y produzca los procesos conceptuales del pensamiento. Nosotros no pensamos con el cerebro, aunque no podríamos pensar sin el” (Adler, op. cit., pp. 52-53).
¿Qué es la mente humana?
El tamaño y el funcionamiento bioquímico del cerebro no pueden explicar la singularidad del ser humano. ¿En qué radica la diferencia?
Volvamos a la Biblia. En el recuento de la creación vemos que Dios creó cada animal “según su género”, pero que los seres humanos fueron hechos a “imagen”y “semejanza” de Dios (Génesis 1:24-28).
La creatividad, las emociones, la lógica, el pensamiento abstracto, las capacidades de comunicación, son todas características de la mente del Creador. Fuimos hechos a su semejanza en estas cosas.
Veamos lo que la Biblia nos dice en Job 32:8: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”. Uno de los profetas afirma que Dios “forma el espíritu del hombre dentro de él” (Zacarías 12:1).
La humanidad y los animales son seres vivientes. Ambos están sujetos a la muerte, a dejar de existir. La diferencia es que el hombre posee un componente espiritual (no físico) que le imparte su individualidad, intelecto, creatividad y personalidad.
La Biblia nos revela el misterio que la ciencia no puede desentrañar. Nosotros somos seres físicos, químicos, con un componente que no es biológico (un espíritu), una mente que es semejante a la del Creador, pero en una forma muy limitada. Pero si los seres humanos somos tan parecidos a Dios en tantas cosas, ¿por qué no podemos resolver nuestros propios problemas?
Una creación incompleta
¿Por qué los seres humanos son capaces de componer una obra musical bellísima, y al mismo tiempo cometen crímenes atroces contra sus semejantes? Investigamos tratando de descubrir lo más intrincado de nuestro cuerpo y producimos medicamentos “milagrosos”, pero a la vez producimos gases venenosos que afectan nuestro sistema nervioso y nos matan. Mandamos cohetes para que exploren el espacio sideral, y también lanzamos misiles que destruyen ciudades y matan cientos de miles de personas.
Si la humanidad fue hecha a imagen de Dios, y él se nos revela como un Dios amoroso, bondadoso y misericordioso, ¿por qué nosotros estamos llenos de odio, violencia y egoísmo? La respuesta la encontramos en lo que podemos denominar “una creación incompleta”.
El libro del Génesis nos revela la causa de la maldad que caracteriza nuestra sociedad. Los primeros seres humanos, Adán y Eva, tuvieron la oportunidad de escoger si seguirían las instrucciones que Dios les había dado acerca de la vida, o si seguirían lo que se llama “el conocimiento del bien y del mal”. Ellos escogieron el conocimiento del bien y del mal.
De hecho, Dios les dijo a Adán y a Eva que si ellos optaban por la autodeterminación, irían por un camino que los llevaría finalmente a la muerte. El mal, lo que la Biblia llama pecado, siempre trae muerte. La historia universal es un relato de lo bueno y lo malo, de increíble potencial y de enormes fracasos. Es una historia de muerte. Tal pareciera que la humanidad estuviera destinada a luchar, sufrir y finalmente morir.
Una de las columnas fundamentales del cristianismo es la creencia de que Jesús de Nazaret fue el Hijo de Dios, y que él pagó por los pecados de la humanidad. Jesús también vino para ofrecer el factor que hacía falta para poder recibir la vida eterna. En la noche anterior a su crucifixión, Jesús les dijo a sus discípulos que él les enviaría “otro Consolador” (Juan 14:15-18).
El apóstol Pablo les escribió a los cristianos de Corinto acerca del factor que le hacía falta a la humanidad para poder resolver sus problemas: “Hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:7-11).
El Espíritu de Dios es el factor que le hace falta a la humanidad. Sin él, a los seres humanos les falta la capacidad para ver y escoger siempre el bien. La consecuencia natural de esto es la muerte (Romanos 6:23). Es necesario que se elimine la causa de la muerte y que el hombre adquiera una nueva naturaleza. El apóstol Pedro lo resumió de una manera concisa cuando dijo que debíamos llegar a ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).
El propósito de Dios
Los problemas de la humanidad —ya sean agrícolas o económicos, de gobierno o de relaciones familiares, de la salud emocional de individuos o de pueblos enteros— todos son problemas de índole espiritual. Por lo tanto, las soluciones verdaderas requieren algo más que un cambio en el medio ambiente: requieren un cambio en las personas.
Nuestros primeros padres decidieron participar tanto en el bien como en el mal. Pero no fueron sólo Adán y Eva los que hicieron esto: ¡todos los seres humanos que han existido (con excepción de Jesucristo el Hijo de Dios) han tomado la misma decisión! El resultado es que todos sufren y mueren. Jesús vino para pagar la pena de muerte por el pecado. Él vino para que el Espíritu Santo pudiera estar disponible para las personas, ese factor sanador que tanta falta hace y que cambia la corrupta naturaleza humana por la naturaleza divina.
¿Qué les espera a todos aquellos que por medio del Espíritu de Dios cambien su corrupta naturaleza humana por la naturaleza divina? El apóstol Pablo nos lo explica en Romanos 8:14-17: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.
El propósito de la humanidad es llegar a ser hijos espirituales de Dios. Cuando el espíritu humano se une con el Espíritu de Dios, se hace posible la creación de una nueva naturaleza y, finalmente, la resurrección a una nueva vida como hijos inmortales de Dios, coherederos de todas las cosas con Jesucristo.
El Creador de todo lo visible e invisible nos dice que desde ahora podemos tener una relación con él, como la de un hijo con su Padre. Existen soluciones reales a todos nuestros problemas. Hay esperanza para todos aquellos que desean descubrir el verdadero propósito de su existencia.
El primer paso para este descubrimiento es que usted se vuelva a su Creador y a su libro de instrucciones: la Biblia.
Aunque la sociedad occidental proclama que es cristiana, pocas personas acudirían a la Biblia para tratar de encontrar la razón de su vida. La Biblia nos revela una creación especial que tiene un propósito especial. La palabra génesis, nombre del primer libro de la Biblia, significa simplemente los “orígenes”, o el “comienzo”. La primera frase de la Biblia nos dice lo siguiente: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Después, Dios creó a un ser biológico único, el hombre. En Génesis 2:7 lo leemos: “Entonces el Eterno Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
¿Significa esto que el hombre es simplemente otro animal, diferente en la forma pero esencialmente igual a los mamíferos o los simios? La teoría de la evolución tal vez podría llevarnos a esta conclusión, pero no nos explica las diferencias tan obvias que existen entre la humanidad y los animales. ¿Cómo podemos explicar la capacidad que tienen los seres humanos de hacer música, descubrir y utilizar la geometría, la ingeniería y la arquitectura, o inventar medios complejos de comunicación?
Instinto e intelecto
La babosa o la araña actúan movidas por su instinto. Mientras más compleja sea la forma de vida, más puede aprender. Sin embargo, los patrones de conducta que se observan en las formas superiores de vida, son básicamente instintivos. Esto no es cierto cuando hablamos del hombre.
En su libro Ten Philosophical Mistakes [“Diez errores filosóficos”], Mortimer J. Adler afirma que cuando comparamos al hombre con los animales “aparece una diferencia radical. De acuerdo con el significado estricto de la palabra instinto, el hombre no tiene instintos, no tiene patrones de conducta innatos ni heredados. Tenemos un pequeño número de reflejos innatos, y solamente algunos de éstos son congénitos. También tenemos lo que podemos denominar fuerzas e impulsos instintivos. Pero al dejarse llevar por ellos, las personas pueden reaccionar de una inmensa variedad de formas. Por ejemplo, no todas las personas se comportan de la misma manera ni tienen la misma clase de conducta, como ocurre con las abejas, hormigas o termitas” (1985, p. 31).
Esta capacidad de analizar, razonar y tomar decisiones tan complejas y de escoger entre diferentes cursos de acción, es lo que hace a los seres humanos tan diferentes de cualquier animal. Las diferencias cualitativas y cuantitativas entre el cerebro humano y el cerebro de los otros mamíferos no bastan para explicar las increíbles diferencias que existen en su funcionamiento. Hablando del tamaño, algunos mamíferos tienen cerebros más grandes que el de los seres humanos, en tanto que otros tienen cerebros proporcionalmente mayores en comparación con el tamaño del cuerpo.
La diferencia entre los animales y los seres humanos, esto es, la capacidad de razonar, crear, comunicar emociones, sentir amor y simpatía, todo esto está relacionado con aquello que llamamos mente.
Adler concluye: “La relación que existe entre las capacidades sensoriales por un lado, y el cerebro y el sistema nervioso por otro, es tan grande que el grado de estas capacidades de una especie animal está directamente relacionado con el tamaño y la complejidad de su cerebro y de su sistema nervioso. Pero esto no se aplica en el caso de las características intelectuales. En la mente humana, estas habilidades no dependen del tamaño ni de la complejidad del cerebro. El funcionamiento del cerebro es necesario, pero no es el único elemento que se necesita para que la mente humana funcione y produzca los procesos conceptuales del pensamiento. Nosotros no pensamos con el cerebro, aunque no podríamos pensar sin el” (Adler, op. cit., pp. 52-53).
¿Qué es la mente humana?
El tamaño y el funcionamiento bioquímico del cerebro no pueden explicar la singularidad del ser humano. ¿En qué radica la diferencia?
Volvamos a la Biblia. En el recuento de la creación vemos que Dios creó cada animal “según su género”, pero que los seres humanos fueron hechos a “imagen”y “semejanza” de Dios (Génesis 1:24-28).
La creatividad, las emociones, la lógica, el pensamiento abstracto, las capacidades de comunicación, son todas características de la mente del Creador. Fuimos hechos a su semejanza en estas cosas.
Veamos lo que la Biblia nos dice en Job 32:8: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”. Uno de los profetas afirma que Dios “forma el espíritu del hombre dentro de él” (Zacarías 12:1).
La humanidad y los animales son seres vivientes. Ambos están sujetos a la muerte, a dejar de existir. La diferencia es que el hombre posee un componente espiritual (no físico) que le imparte su individualidad, intelecto, creatividad y personalidad.
La Biblia nos revela el misterio que la ciencia no puede desentrañar. Nosotros somos seres físicos, químicos, con un componente que no es biológico (un espíritu), una mente que es semejante a la del Creador, pero en una forma muy limitada. Pero si los seres humanos somos tan parecidos a Dios en tantas cosas, ¿por qué no podemos resolver nuestros propios problemas?
Una creación incompleta
¿Por qué los seres humanos son capaces de componer una obra musical bellísima, y al mismo tiempo cometen crímenes atroces contra sus semejantes? Investigamos tratando de descubrir lo más intrincado de nuestro cuerpo y producimos medicamentos “milagrosos”, pero a la vez producimos gases venenosos que afectan nuestro sistema nervioso y nos matan. Mandamos cohetes para que exploren el espacio sideral, y también lanzamos misiles que destruyen ciudades y matan cientos de miles de personas.
Si la humanidad fue hecha a imagen de Dios, y él se nos revela como un Dios amoroso, bondadoso y misericordioso, ¿por qué nosotros estamos llenos de odio, violencia y egoísmo? La respuesta la encontramos en lo que podemos denominar “una creación incompleta”.
El libro del Génesis nos revela la causa de la maldad que caracteriza nuestra sociedad. Los primeros seres humanos, Adán y Eva, tuvieron la oportunidad de escoger si seguirían las instrucciones que Dios les había dado acerca de la vida, o si seguirían lo que se llama “el conocimiento del bien y del mal”. Ellos escogieron el conocimiento del bien y del mal.
De hecho, Dios les dijo a Adán y a Eva que si ellos optaban por la autodeterminación, irían por un camino que los llevaría finalmente a la muerte. El mal, lo que la Biblia llama pecado, siempre trae muerte. La historia universal es un relato de lo bueno y lo malo, de increíble potencial y de enormes fracasos. Es una historia de muerte. Tal pareciera que la humanidad estuviera destinada a luchar, sufrir y finalmente morir.
Una de las columnas fundamentales del cristianismo es la creencia de que Jesús de Nazaret fue el Hijo de Dios, y que él pagó por los pecados de la humanidad. Jesús también vino para ofrecer el factor que hacía falta para poder recibir la vida eterna. En la noche anterior a su crucifixión, Jesús les dijo a sus discípulos que él les enviaría “otro Consolador” (Juan 14:15-18).
El apóstol Pablo les escribió a los cristianos de Corinto acerca del factor que le hacía falta a la humanidad para poder resolver sus problemas: “Hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:7-11).
El Espíritu de Dios es el factor que le hace falta a la humanidad. Sin él, a los seres humanos les falta la capacidad para ver y escoger siempre el bien. La consecuencia natural de esto es la muerte (Romanos 6:23). Es necesario que se elimine la causa de la muerte y que el hombre adquiera una nueva naturaleza. El apóstol Pedro lo resumió de una manera concisa cuando dijo que debíamos llegar a ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).
El propósito de Dios
Los problemas de la humanidad —ya sean agrícolas o económicos, de gobierno o de relaciones familiares, de la salud emocional de individuos o de pueblos enteros— todos son problemas de índole espiritual. Por lo tanto, las soluciones verdaderas requieren algo más que un cambio en el medio ambiente: requieren un cambio en las personas.
Nuestros primeros padres decidieron participar tanto en el bien como en el mal. Pero no fueron sólo Adán y Eva los que hicieron esto: ¡todos los seres humanos que han existido (con excepción de Jesucristo el Hijo de Dios) han tomado la misma decisión! El resultado es que todos sufren y mueren. Jesús vino para pagar la pena de muerte por el pecado. Él vino para que el Espíritu Santo pudiera estar disponible para las personas, ese factor sanador que tanta falta hace y que cambia la corrupta naturaleza humana por la naturaleza divina.
¿Qué les espera a todos aquellos que por medio del Espíritu de Dios cambien su corrupta naturaleza humana por la naturaleza divina? El apóstol Pablo nos lo explica en Romanos 8:14-17: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.
El propósito de la humanidad es llegar a ser hijos espirituales de Dios. Cuando el espíritu humano se une con el Espíritu de Dios, se hace posible la creación de una nueva naturaleza y, finalmente, la resurrección a una nueva vida como hijos inmortales de Dios, coherederos de todas las cosas con Jesucristo.
El Creador de todo lo visible e invisible nos dice que desde ahora podemos tener una relación con él, como la de un hijo con su Padre. Existen soluciones reales a todos nuestros problemas. Hay esperanza para todos aquellos que desean descubrir el verdadero propósito de su existencia.
El primer paso para este descubrimiento es que usted se vuelva a su Creador y a su libro de instrucciones: la Biblia.
HE AQUI EL LIBRO
ResponderEliminar¿Por qué NACIO usted?
por H. W. Armstrong
¿Tiene algún PROPÓSITO la vida humana?
¿Tiene acaso un significado que nunca hemos sospechado?
¡Usted necesita saber!
¿FUE LA HUMANIDAD creada y puesta aquí sobre la Tierra por un Creador inteligente y todopoderoso? De ser así, ¿cual es el PROPÓSITO de la vida humana, y POR QUE la humanidad lo desconoce totalmente? O bien, ¿se desarrollo la vida humana a lo largo de millones de años partiendo de especies animales inferiores mediante el proceso de la evolución? ¿Es posible que hayamos llegado a ser formados y a existir como humanos solamente por la acción de causas naturales y de fuerzas inherentes?
Estas son dos posibilidades con respecto a nuestro origen. Hoy la teoría de la evolución ha ganado aceptación casi universal en los círculos académicos más elevados.
Sin embargo, los biólogos y los proponentes de la doctrina de la evolución no logran señalar un propósito definido para la presencia de la familia humana sobre este planeta. Tampoco pueden explicarnos por que el hombre es como es: poseedor de una mente y una habilidad tan asombrosas que puede ir a la Luna y regresar sano y salvo, pero al mismo tiempo se muestra impotente ante el embate de los problemas, el sufrimiento y los males del mundo. Cabe señalar al respecto que ni aun la religión le ha mostrado al hombre cual es el verdadero propósito de su existencia.
De repente se ha hecho imprescindible encontrar una respuesta. Parece ser que el principal problema de la humanidad ha llegado a ser el de la SUPERVIVENCIA... y el tiempo se nos esta agotando rápidamente.
¿Cuál es la CAUSA de estos males que aumentan a paso acelerado? Ni los biólogos evolucionistas ni las religiones del mundo nos han dado hasta ahora una explicación. No ofrecen soluciones. ¡No nos dan esperanza alguna!
Un asunto de vida o muerte
Hoy nos encontramos ante un hecho aterrador: Cualquiera de un numero cada vez mayor de gobernantes puede precipitar al mundo en la tercera guerra mundial, ¡una guerra nuclear que podría eliminar la vida humana de sobre la faz de la Tierra!
¿Ha progresado el hombre hasta tal grado que esta a punto de destruirse a sí mismo? ¿Es este el fin de la línea evolutiva? ¿Es esta la forma en que la ciencia y la tecnología están a punto de dar el golpe mortal a todas las religiones del mundo?
¿Existe acaso una fuente de luz que pueda iluminar, en forma hasta ahora no reconocida, este asunto de vida o muerte? ¿Existe acaso la posibilidad de que haya nuevas perspectivas reveladas en la Biblia, claves esenciales para la supervivencia de la humanidad y la paz del mundo, pero no reconocidas por los teólogos, por el judaísmo ni por el cristianismo tradicional?
Si es así, dada la posibilidad inminente de la extinción del género humano y el tiempo que se agota, ¡no hay tiempo que perder! Debemos buscar de inmediato la respuesta.
En esta hora critica de la existencia humana, es imprescindible enfocar nuestra atención directamente sobre la asombrosa revelación que ha sido rechazada por la ciencia y la educación superior, y por señalar aquellas verdades esenciales que han sido pasadas por alto por la “religión tradicional”.
El libro llamado la Santa Biblia afirma el mismo ser la revelación del conocimiento básico e indispensa¬ble, el MANUAL DE INSTRUCClONES que el Creador envió con el producto supremo de sus manos: ¡el ser humano!
...
(este libro te lo podemos enviar totalmente gratuito si lo solicitas a mi correo electrónico: mogperea@latinmail.com