martes, 11 de agosto de 2009

¿Hay un DICTADOR en su MENTE?

¿Un Dictador en mi mente?
Por Joel Hilliker

¡Puede que usted no esté consciente de esto, pero algo desea dirigir su vida!
¿Qué es?
Usted necesita identificarlo para que pueda vencerlo y someterlo.
¡Porque una vez domesticado, realmente se convierte en un gran compañero!

¿Tiende usted a doblegarse bajo presión? ¿Se estresa, se siente abrumado?
Estas son preguntas importantes, por que es cuando surgen los problemas en su vida cuando es muy probable que ocurra un golpe mental—es cuando el dictador de su mente trabaja más duro para conquistarle.
Algunas veces, la vida puede parecer como una letanía de problemas. Usted enferma o se lesiona. Un miembro de la familia le trata mal. Tiene problemas de dinero o de trabajo.
Cuando estos asuntos surgen, ¿Cómo responde usted? ¿Los afronta? ¿Mantiene un enfoque positivo para resolverlos? ¿Busca consejo sabio? O— ¿se pone de mal genio y deprimido? ¿Parece que con bastante frecuencia usted necesita una buena llorada?
¿Se queja, gimotea y murmura? ¿Culpa a otras personas?
¿Niega el asunto aunque sea un problema? ¿Trata de ignorarlo o escapar de ello? ¿Acaso simplemente se da por vencido—se da vuelta y mira lo mal que puede tornarse?
Si tiende a tomar alguno de estos enfoques anteriores, esa es una señal de que usted está bajo el poder de este déspota mental.


¿Qué es eso? ¡Son las EMOCIONES!

Las emociones pueden ser una de las más agradables bendiciones que poseemos. Sin esto, nuestras vidas serían insípidas, insulsas, sin colorido—muy duras de vivir. Nuestras relaciones serían aburridas, nuestros empleos monótonos.
Sin embargo, si usted falla en evaluar y, en gran medida, dominar sus propias emociones, esto es una garantía virtual de que usted con frecuencia manejará mal sus problemas y creará muchos nuevos.
¿Qué tan diestro es usted para manejar esta crítica parte de su vida? ¿Está constantemente cabalgando en los extremos del espectro emocional? O, por el contrario, ¿es usted casual e indiferente con respecto a las cosas por las que debiera preocuparse? Su desarrollo personal, felicidad, paz y bienestar dependen en gran medida de sus respuestas a estas preguntas.
Muchas personas son maduras física e intelectualmente, pero, simplemente nunca han crecido EMOCIONALMENTE. Y esta realidad se refleja en las relaciones fallidas, en la falta de satisfacción personal, la depresión y la miseria.
Necesitamos pensar muy seriamente sobre la forma para estar a la altura en esta crítica zona de nuestro desarrollo personal, y cómo podemos crecer más allá de donde estamos. Debemos domesticar a ese dictador mental y aprender la MADUREZ EMOCIONAL.


¿Por qué las Emociones?
Vamos a poner las emociones en la perspectiva correcta. Son ampliamente mal entendidas. ¿Por qué tenemos emociones?
Aproximadamente en la última década los científicos han estudiado intensamente las emociones, después de descartarlas por muchos años. Pero, la ciencia construye sus hallazgos en el defectuoso fundamento de la biología evolucionista, la cual asume que las emociones son todo un resultado de cómo los factores ambientales impactaron la evolución humana. (Por ejemplo, se supone que tenemos “miedo” hoy, manifestado en cambios psicológicos que intensifican nuestra motivación para actuar rápidamente, debido a que nuestros ancestros prehistóricos huyeron del peligro; aquellos que no corrieron fueron asesinados y no se multiplicaron).
Es cierto que tales reacciones emocionales pueden ayudarnos a enfrentar las amenazas físicas. Pero, esto es producto del diseño, no de circunstancias fortuitas.
La verdad es que Dios nos dio el poder de los sentimientos. El nos dio emociones para que podamos experimentar gozo y amor; para que podamos tener relaciones profundas; también podemos experimentar angustia y celos, temor y tristeza—una variedad de emociones.
¿Por qué? Bien, considere estos estados de la mente, descritos en la Biblia y ¡atribuidos a DIOS MISMO! Se dice que Dios experimentó amor (Juan 3:16; las Escrituras dicen que Dios es amor—1 Jn. 4:8, 16), gozo (Mat. 25:21, 23; Gál. 5:22), aborrecimiento (Sal. 11:5; 45:7), ira (Jue. 10:7; Sal. 7:11), indignación (Isa. 34:2), celos (Exo. 20:5; 34:14), preocupación (Deut. 5:29), aflicción (Gen. 6:6; Sal. 78:40), tristeza (Isa. 53:3) y compasión (Mat. 9:35-36).
Pero espere, podrían decir algunos. Las emociones son físicas—psicológicas—químicas. Dios es espíritu. Él no puede tener emociones.


¿Simplemente, qué son las emociones?
La palabra misma viene del verbo latín motere, “mover”, formando pareja con el prefijo e, que connota “apartarse”. La implicación es que la emoción es un impulso hacia la ACCIÓN. Se encuentra reposando sobre el espíritu humano (Job 32:8; I Cor. 2:11), ese espíritu que Dios da únicamente a los seres humanos para impartir poder a nuestro intelecto y distinguirnos de los animales. Webster define emoción como “cambios con implicación psicológica que preparan el cuerpo para ACCIÓN INMEDIATA Y VIGOROZA”.
Entonces, ¿en qué forma podría tener emociones Dios? Es verdad que Él no tiene y no podría tener los cambios psicológicos que nosotros experimentamos cuando tenemos emociones. Sin embargo, Él tiene estos profundos estados de la mente que van del amor al aborrecimiento, del gozo a la tristeza, que nosotros asociamos con emociones profundas.
Dios creo la raza humana a su imagen y semejanza (Gén. 1:26), y quiere que nosotros crezcamos para llegar a ser como Él (Mat. 5:48). Él espera que crezcamos para llegar a ser capaces de pensar como Él piensa.

La implicación en las Escrituras es que Dios nos dio estos cambios químicos y psicológicos para ayudarnos a entender la profundidad de Su pensamiento. Ciertamente nuestras emociones nos proporcionan un prototipo físico o contraparte de la profundidad de la mente de Dios; estas proporcionan una profundidad a nuestros pensamientos y experiencias que de otra forma no serían posibles. Y nos estimulan a actuar en formas para las que de otra manera no encontraríamos la motivación.
El hecho es que, aprender a manejar nuestras emociones es un medio significativo a través del cual podemos aprender a pensar como nuestro Creador.

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