lunes, 10 de agosto de 2009

Lo más valioso para Dios

El corazón del hombre

A lo largo de la Biblia podemos ver cómo Dios siempre se ha interesado en las motivaciones del hombre.

Por Graemme Marshall

El compositor norteamericano Andrew Lloyd Webber ha producido varias obras musicales notables, entre ellas Gatos, El fantasma de la ópera, Evita y Jesucristo superestrella.

Otra de sus obras teatrales de mayor éxito está basada en un relato del Antiguo Testamento, la cual lleva por título "José y su túnica multicolor". El relato es histórico y es una prueba de que Dios siempre se ha interesado en lo que hay en el corazón del hombre.

En un mundo donde el adulterio y el divorcio son tan comunes, resulta alentador ver que el personaje principal de una obra teatral rechaza una invitación deshonesta. En la obra, José responde a las insinuaciones sexuales de la esposa de Potifar diciéndole: “¡No por favor! Yo no creo en el amor libre”.

La Biblia es mucho más específica. En el libro del Génesis podemos leer lo que realmente dijo José: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9).

José conocía muy bien la realidad de la tentación; él sabía que si cedía a ella, con este acto físico estaría mancillando una relación espiritual que Dios consideró santa desde el principio.

Dios sigue interesado en lo mismo

Desde que Dios creó al hombre, siempre ha estado interesado en lo que hay en su corazón: en su mente, sus actitudes y sus propósitos. A pesar de que los libros conocidos como el Antiguo Testamento representan cerca del 77 por ciento de lo que es la Biblia, pocas personas entienden que en la actualidad Dios exige de nosotros la misma conducta que siempre ha exigido del hombre a lo largo de la historia.

A Dios le importan los seres humanos y le interesa su forma de vivir. Al fin y al cabo, nuestro modo de vivir refleja nuestro verdadero carácter.

El corazón del hombre siempre ha sido una gran preocupación para nuestro Creador, porque él nos creó a su imagen y semejanza.

Lo que Dios es —su santo carácter y su perfecto amor— y lo que él nos enseña en las Escrituras, determinan y definen lo que es el comportamiento correcto. El hombre siempre se ha preguntado: ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo debo proceder? ¿Qué es lo “correcto”? ¿Cómo puedo ser bueno?

Dios no pasó por alto estas preguntas en las Escrituras, pero tampoco dejó que los hombres se dieran las respuestas. De hecho, él trató estos temas en la forma más directa y clara que podamos imaginarnos.

El juicio de Dios sobre la maldad de los hombres

En el Génesis se nos explica que unos 1.600 años después de haber creado al hombre, Dios se sintió muy triste y “le dolió en su corazón” ver la maldad de los seres humanos. Vio “que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5-6). Profundamente entristecido por este estado de cosas, Dios decidió exterminar toda forma de vida sobre la faz de la tierra por medio de una gran inundación: el diluvio universal en el tiempo de Noé.

Dios estaba preocupado por la forma de pensar de los hombres; así que dejó que todos se ahogaran a excepción de ocho personas, la familia de Noé (2 Pedro 2:5). Con este terrible acontecimiento Dios hizo una clara distinción entre los pensamientos malvados de toda la humanidad y la actitud justa de Noé. Mostró su aborrecimiento por la maldad y su aprobación por la justicia. Lo que podemos deducir de los primeros relatos históricos es que Dios dispuso que un terrible castigo cayera sobre los malvados, y que la salvación física sólo fuera posible para los pocos justos y piadosos que aún quedaban.



Las motivaciones

La Escritura nos demuestra que desde el principio Dios siempre se ha interesado por lo que hay en el corazón del hombre. Para Dios es muy importante la motivación que existe detrás de las acciones del ser humano. Esto queda demostrado con mandamientos como: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón” y “Amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Levítico 19:17; Deuteronomio 6:5).

Después de volver a enunciar los Diez Mandamientos en Deuteronomio 5:6-21, Dios exclamó: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (vers. 29).

El rey David sabía muy bien que Dios “escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos” (1 Crónicas 28:9). También llegó a entender que nadie puede escapar a la presencia invisible de Dios (Salmos 139).

Después de haber pecado con Betsabé, David se arrepintió y se presentó delante de Dios en oración. Él entendió muy claramente que para Dios era más importante que tuviera un “corazón contrito y humillado” que cualquier penitencia física que él mismo pudiera imponerse (Salmos 51:17).

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios nos hace saber que para él lo más importante siempre han sido las actitudes y pensamientos más secretos del hombre. Desde tiempos inmemoriales, Dios ha estado interesado en la moral de la gente.

Esto fue algo muy evidente cuando en la época de Abraham Dios dictó sentencia sobre cinco ciudades. Dos de ellas, Sodoma y Gomorra, habían llegado a ser ejemplos clásicos de la maldad del hombre, tanto que hasta el día de hoy representan todo lo que es degradante y perverso. Dios demostró que no dejaría sin castigo la conducta o las actitudes malvadas. El pecado en estas ciudades se había “agravado” a tal extremo que entre todos sus moradores no había ni siquiera 10 personas que pudieran ser consideradas justas; de hecho, sólo había una (Génesis 18:20-32).

Una vez más Dios demostró claramente que para él son muy importantes la moral y la forma de proceder de los hombres. En Sodoma vivía sólo un hombre justo, Lot (2 Pedro 2:6-7). Dios consideró que la maldad de estas ciudades era suficiente para justificar su destrucción como castigo por la perversidad y depravación de sus habitantes.

El Antiguo Testamento es la base de la moral

Dios también se interesa en la actitud del hombre hacia su prójimo. En algunos casos el Antiguo Testamento nos da más detalles acerca de esto que el Nuevo. Por ejemplo, veamos por qué Dios detesta el homicidio. En el Nuevo Testamento no se dan los pormenores de por qué el asesinato es pecado. No se explica por qué en Éxodo 20:13 Dios dijo: “No matarás”.

Sin embargo, en el Antiguo Testamento se encuentra la respuesta, y no es simplemente que Dios detesta ese tipo de violencia. Desde el principio él explicó la verdadera razón por medio de una enseñanza que le dio a Noé.

Noé había sido testigo del juicio que, en forma de diluvio, había venido sobre la humanidad por su crueldad y sus pensamientos inicuos. Dios le dijo a Noé la razón espiritual por la que prohíbe el asesinato y le explicó algo que no se encuentra en ninguna parte del Nuevo Testamento: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:5-6).

El hombre no debe cometer asesinato porque los seres humanos han sido hechos a la imagen de su Creador. Cada persona posee un potencial que trasciende mucho más allá de esta vida física. El asesinato es absolutamente contrario al maravilloso propósito que Dios tuvo al crear la humanidad.

La vida humana es sagrada para Dios

Consideremos otro aspecto de la santidad de la vida humana.

¿A partir de qué momento es importante para Dios un niño? ¿En qué parte de las Escrituras podemos encontrar la respuesta a esta pregunta? ¿Dónde encontramos lo que Dios dice acerca del bebé que aún no ha nacido? Para encontrar estas respuestas acudimos nuevamente al Antiguo Testamento.

El profeta Jeremías aseguraba que Dios lo había conocido desde antes de que hubiese sido formado en el vientre de su madre (Jeremías 1:5). Y en Salmos 139:16 David declaró que los ojos de Dios le habían visto cuando apenas era un embrión.

Pero el pasaje más importante acerca de este tema se encuentra en Éxodo 21:22-25, en donde se habla acerca de la muerte de un niño que aún no ha nacido. Los eruditos contemporáneos y las últimas traducciones están de acuerdo en que este pasaje se refiere a la muerte del niño en gestación. Debido a la santidad de la vida del niño que aún no había nacido, se emitía un juicio y se ejecutaba la sentencia de acuerdo con la gravedad del caso.

Algunos de los textos más importantes sobre principios éticos y morales, y sobre los pensamientos, motivos e intenciones del corazón, se encuentran en los escritos que conocemos como el Antiguo Testamento. Ellos nos proporcionan una base sólida para darnos cuenta de cómo reacciona Dios a los pensamientos y a las intenciones del corazón de los hombres.


Los hechos reflejan lo que hay en el corazón

Jesús les dijo a los fariseos que así como un árbol se conoce por su fruto, también el hombre se conoce por sus obras o hechos. En otras palabras, según sean nuestros pensamientos, así serán nuestras acciones, “porque de la abundancia del corazón habla la boca”. También les dijo: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:33-37).

Jesús constantemente aclaró que lo que el hombre hace está directamente relacionado con lo que hay en su corazón (Mateo 15:18-19). Sus acciones no son más que el reflejo de sus pensamientos e intenciones. Así pues, no debe sorprendernos que desde el principio nuestro Creador haya estado interesado en bregar con lo más importante de todo: el corazón y los pensamientos del hombre.

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